Los sabios no se habían hecho muchas ilusiones
respecto al porvenir de esta tradición confiada a la inteligencia y virtud de
las generaciones futuras.
Moisés había elegido un pueblo para preservar a
través de las edades el libro que resumía toda la ciencia del Egipto; pero
antes de Moisés, los iniciados hindúes eligieron otro para transmitir a las
generaciones venideras la enseñanza primitiva de las grandes civilizaciones de
la Atlántida.
El pueblo no ha burlado jamás las esperanzas de
aquellos que depositaron en él su buena fe. Ignorando las verdades que posee,
no se preocupa de alterarlas en lo más mínimo y considera un sacrilegio el más
leve atentado contra su depósito.
Así es como los Judíos nos han transmitido,
intactas, todas las letras que forman el Sepher de Moisés. Pero Moisés no resolvió
el problema en la forma magistral como lo hicieron los Tibetanos.
Entregar a un pueblo un libro para que lo adore y lo
conserve intacto, está bien; pero dar a un pueblo un libro que le ayude a
vivir, es todavía mejor.
El pueblo encargado de transmitir, desde la más
lejana antigüedad, el conocimiento oculto, es el pueblo bohemio.
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