CURSO DE CÁBALA Y TAROT
Cábala compendio
CABALA
La Cábala es la perenne enseñanza de los
atributos de lo Divino, la naturaleza del universo y el destino del hombre.
Transmitida por revelación, ha
llegado hasta nosotros mediante una
discreta tradición que ha variado periódicamente su dimensión mitológica y
metafísica, según las necesidades de los distintos lugares y épocas. Esta larga
historia ha dotado a la cábala de una notable riqueza y de una gran variedad de
imágenes. Una realidad que puede parecer extraña al inexperto, oscura e
incluso, a veces, contradictoria.
La cábala era una tradición oral entre los
judíos, una tradición de enseñanzas ocultas que se transmitía entre los
estudiosos de la filosofía transcendental de boca del maestro a oído del
discípulo que como inevitablemente sucede tuvo filtraciones por muy diferentes
causas.
Los documentos tales como Sepher Ha Yetzirah
(Libro de la Creación) estaban escritos en un lenguaje simbólico, con
alegorías, criptogramas y alusiones hiperbólicas a conceptos filosóficos
abstractos ajenos a las creencias de la tradición religiosa ordinaria del
momento.
La Cábala no aparece en la literatura hebrea
antes del siglo XI. La CABALA trata de un saber amplio y profundo sobre los orígenes
cósmicos, la estructura del universo, la naturaleza y destino del hombre.
Según
Paracelso, la CABALA es un SISTEMA de relaciones íntersimbólicas místicas que,
para el hombre, tienen la función de abrir el acceso a las capacidades
escondidas de la psique. Como "sistema", cumple todas las propiedades
de la Teoría General de Sistemas (Ludwig Von Bertalanffy).
La
CABALA es medio para el conocimiento del Self. En definitiva, es un sistema de
Teosofía Práctica.
Aunque
sea primariamente un sistema judaico, actúa como una clave para el estudio de
la religión comparada. Esto es debido a que la estructura profunda de la
sicología humana es la misma cualquiera que sea la raza o credo, y siendo Deus
el Todo y Sagrado Uno, los acercamientos a la Fuente Primigenia se determinan
en torno a los mismos procesos de individuación personal y transpersonal.
La cábala es un sistema que al estudiar
intenta comprender al ser humano no sólo ha abarcado siglos de profundos y
largos estudios de grandes eruditos, sino que, es capaz de entusiasmar tanto a
quién a ella se acerca que, queriendo o sin querer, acaba dedicándole su vida.
“En la búsqueda de la Sabiduría la primera etapa es el silencio, la segunda la
escucha, la tercera la memoria, la cuarta la práctica y la quinta la
enseñanza.”
Rabino Salomón Ibn. Gabirol. España. S. XII.
La transición de la cábala judaica a la cristiana no fue difícil, ambas
religiones comparten las mismas raíces. La distinción reside en el papel del
Mesías. Una de sus formulaciones proviene de los Rosacruces, una fraternidad
mística cristiana que surgió en el siglo XVII. En este sentido también el
origen de la francmasonería, por su visión de Dios; del universo y del hombre
muestra claras afinidades con la de los cabalistas. Los masones utilizan el
simbolísmo del templo de Salomón y cuando construyeron las catedrales
medievales europeas hicieron en ellas diagramas de piedra basados esencialmente
en principios cabalísticos, (el frontispicio de Masinic Miscellanies de Stephen
Jones, Londres, 1797) por ejemplo.
La historia oculta de la cábala se remonta a
Babilonia. Uno de sus afloramientos se manifiesta en la Europa medieval en el
diseño de las cartas del Tarot, de las que provienen los naipes modernos. La
baraja del Tarot está compuesta por cuarto palos cada palo esta formado por
diez cartas más un paje, una reina, el caballero y el rey.
Cada uno de estos palos es la representación
de un mundo, así llamado por su asignación en el Árbol de la Vida y diferentes
niveles a los que se le asignan distintos simbolismos desde las letras del
alfabeto judío a los signos astrológicos, mitológicos, cabalísticos y
cristianos que se le han ido sumando con el pasar del tiempo. A éstas cartas se
le añaden los 22 arcanos Mayores que se relacionan con los senderos del Árbol
de la Vida los diferentes estadios en la evolución del hombre y del universo
desde el más espiritual hasta el más terrenal. Evidentemente, ésta es una forma
sucinta y resumida de tratar éstas cartas que acumulan en su ser la sabiduría
oculta de milenios.
Tarot y Cábala
Como
el Tarot, el conjunto de textos y sistemas derivados de ellos que se conoce
bajo el nombre de Cábala (del hebreo Qabbalah; literalmente, tradición), admite
dos posturas investigadoras: la racionalista, que no considera más que su
trayectoria históricamente
Comprobable
y la mítica, que le atribuye una antigüedad y una extensión inverosímiles.
Entre ambas, también a semejanza de lo que
ocurre con el Tarot, es seguro que se encuentra la posición más cercana a la
verdad y, sin duda, la de mayor riqueza especulativa. Hay que admitir que Tarot
y Cábala adquieren la estructura formal con la que han llegado hasta nosotros
durante la Edad Media, pero es cierto también que sus contenidos no se producen
espontáneamente en esos años, y, sus símiles y fuentes, como modelos mentales,
como propuestas imaginativas pueden rastrearse cómodamente en la antigüedad,
desde la astrología caldea, hasta esa feria suntuosa que fue el apogeo cultural
de Alejandría.
Como
brote coherente, y desde entonces interrumpido, el movimiento cabalístico
parece haber surgido entre los siglos Xll y Xlll, en las comunidades hebreas de
la Provenza (Bahir) y de Gerona, alcanzando su culminación en la obra del rabí
español Moisés de
León
(muerto en 1305), quien cerca del 1280 publica el célebre Zohar (Libro del
Esplendor), atribuyendo la mayor parte de su redacción al esotérico Simón Bar
Iojai, un improbable rabí palestino del siglo II. Un investigador tan serio
como Jacob Bernard
Agus
(La evolución del pensamiento judío) niega esta última aseveración, así como
las pretensiones trascendentes de todo el cabalismo, explicándolo más bien como
un brote irracionalista que reacciona ante el pensamiento de Maimónides y su
consecuente
asimilación
del genio helénico al judaísmo tradicional.
Para
Luc Benoist, en cambio, la Cábala no puede ser entendida como un fenómeno
simplemente histórico, sino como el cuerpo de la continuidad esotérica del
judaísmo. En este caso, habría que remontarla a la figura de Moisés, y no sería
otra cosa que la
revelación
que el profeta «recibió al par que la ley escrita, y que explica el sentido
profundo de la Torá». Por una interpretación parecida -en cuanto a la
antigüedad no sólo de la Cábala sino de sus libros canónicos- se pronuncia
también Matila C. Ghyka.
En
uno u otro caso, es evidente que los cabalistas han manejado un material lo
bastante estimulante como para producir «una vasta literatura, que cuenta con
más de tres mil volúmenes» (Agus). Los ocultistas decimonónicos no podían
desaprovechar la
oportunidad
de hacerse con un sistema tan intrincado e interminable, y han colaborado
notablemente a la confusión con una biblioteca exegética casi tan voluminosa
como la original. Habitualmente parten de la Qabbalah Denudata, de Knorr de
Rosenroth
(Sulzbach,
1645), y entre sus obras más extensas y sistemáticas se destacan The Kabbalah
Unveiled, de MacGregor Mathers, y The Holy Kabbalah, de White, «la obra más
valiosa que se ha escrito sobre el tema», en opinión de Dion Fortune. Más
cauto,
Juan-Eduardo
Cirlot adopta un criterio objetivo al recomendar «las obras más importantes de
investigación histórica», entre las que destaca las de Gershon G. Sholem,
profesor de la Universidad de Jerusalén, y las síntesis de Grad.
La
especulación práctica de los cabalistas toma como elementos las relaciones
entre las 22 letras del alfabeto hebreo (22 son también los Arcanos Mayores del
Tarot, semejanza que -se pretende- no es casual), y los números (sephiroth) del
uno al diez. Con
la
combinación de estos paralelismos se obtiene Otz Chaim (el Árbol de la Vida,
que la artesanía popular reproduce tan frecuentemente en la evocación de la
leyenda de Adán y Eva) que, según Fortune, es un verdadero «jeroglífico, un
símbolo compuesto que tiene por objeto representar al Cosmos en su integridad
y, a la vez, el alma del ser humano en relación con aquél».
Los
partidarios del origen hebreo del Tarot, han encontrado sus más fértiles
argumentaciones en las evidentes similitudes que lo ligan a la Cábala, aunque
es más fácil suponer que tanto una como otro heredan del pitagorismo su
simbología matemática.
Partiendo
de este paralelo descubre Oswald Wirth la disposición de los arcanos en siete
ternarios y tres septenarios, que puede considerarse como un segundo paso en el
entrenamiento para descubrir las relaciones internas entre las láminas. Para
esto es
preciso
suprimir de la baraja a El Loco, naipe por otra parte sin numeración.
«Todo
se desarrolla por tres que no son más que uno -dice Wirth-. En todo acto, uno
en sí mismo, se distinguen en efecto:
1) E1 principio activo, causa o
sujeto de la acción.
2) La acción de ese sujeto, su
verbo.
3) El objeto de esa acción, su
efecto o resultado.
Estos
tres términos son inseparables y se necesitan recíprocamente. Se trata de la
tri-unidad que encontramos en todas las cosas. La idea de creación implica:
primero, creador; segundo, acción de crear; tercero, criatura. En cuanto uno de
estos términos
es
suprimido, los otros dos se desvanecen. De una manera general, en los términos
del ternario el primero es activo por excelencia, el segundo es intermediario,
el tercero es estrictamente pasivo. Corresponden respectivamente al espíritu,
el alma y él cuerpo. La misma correspondencia se encuentra en el Tarot, donde
los Arcanos pueden agruparse como sigue:
La
comparación de este esquema nos demuestra que los arcanos 1, 4 y 7 son particularmente
activos o espirituales, mientras que los 8, 11 y 14 son intermediarios o
anímicos, y los 15, 18 y 21 pasivos o corporales, ya que este carácter se
afirma a
la
vez en la disposición por ternarios y en la disposición por septenarios».
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